malanga, lechón y limón

una comida jugosa de poesía, sabor y dulzura

14.7.06

Mi Balanguita querida:
¿Existirán estas páginas personales en diez años más?¿Podrás leerme en este mismo sitio de esta red que hoy apenas conoces y que ya es infinita?
La vida hoy es distinta de la mía a tu edad, seguramente seguirá cambiando precipitadamente como lo ha hecho siempre. Hoy los niños repletan las consultas del psicólogo buscando prepararse para la competencia, para encontrar un lugar de calma donde ser oídos; los adolescentes llegan muchas veces porque ya no les hace sentido la carrera que les tocó y sienten que deben ganar. En mi época nos escuchaban poco, pero a veces un poco de anonimato nos hacía bien.
Yo he intentado escucharte y estar contigo sin invadir tu autonomía, no sé si lo he hecho bien, sólo lo he intentado.
Supongo que lo más importante que tengo para decirte lo olvidaré aquí. Porque mi niña preciosa, no existe lo más importante, nada es más importante que tu misma. Mientras seas leal a ti misma, a tus deseos y a tus necesidades, a tus intuiciones y tus ideas todo caminará y la vida se presentará más sencilla, aunque no puedas darle explicaciones y quizás el secreto de la felicidad está en no buscarlas. Claro que sé que eso es algo que tiene que experimentarse, pero parece que las madres estamos siempre tentadas por el consejo.
Tu siempre has sido una bendición y hoy no lo digo en el sentido religioso de la palabra. Eres una bendición material y viva, tu presencia corporal ha provocado en todos los que te rodean risas y emociones bellas. Nadie queda fuera. Cada uno de los que te toca y te escucha encuentra un bienestar que se ve en los ojos, en la boca, en las manos. Quiero creer que siempre será así.
No hay lo más importante te decía, tampoco recetas de felicidad, ni santos a qué asirse. Lo único que hay son vidas de carne y hueso que siguen el surco que van haciendo con sus propios pasos. Desde el principio los tuyos han sido pasos despiertos, luminosos y alegres.
Nadie nos determina, los padres somos como un soplo, al final del camino empezamos a desdibujarnos y siempre quedas tu. Tu con todas tus hermosuras, tu mirada, tu conciencia y tu realidad. No se siente a través del otro y tu piel siempre te indicará la temperatura del día.
Mi niña hermosa no dejas de ser lo más increíble que mi cuerpo haya creado, el rastro más precioso de mi vida. El rastro, nunca el surco de tu río.
Te quiero más que a nada en el mundo